miércoles, 23 de diciembre de 2015
lunes, 14 de diciembre de 2015
FUNDACIÓN DE VALENTIA
La piedra angular, la base del argumento de los defensores del año 138
a.C, es un texto del historiador romano Tito Livio. Para que nadie tenga
dudas, las autoridades académicas y municipales lo han reproducido en
una lápida situada en el pavimento de la Plaza de la Virgen de Valencia.
IUNIUS BRUTUS CONSUL IN HISPANIA IIS QUI SUB VIRIATHO MILITAVERANT
AGROS ET OPPIDUM DEDIT QUOD VOCATUM EST VALENTIA. O lo que es lo mismo:
“En el consulado de Iunius Brutus en Hispania, a quienes habían luchado
bajo las órdenes de Viriato, les dieron un territorio y una ciudad
elevada, denominada Valencia”.
La fecha a la que este texto de Tito Livio hace referencia es el año
616 de la fundación de Roma, el 138 antes del nacimiento de Cristo.
viernes, 4 de diciembre de 2015
LA MURALLA PRE ROMANA
LA MURALLA PRE ROMANA, UN NUEVO CAMINO EN LA HISTORIA
Valencia ha sido una ciudad amurallada durante un largo periodo de su
historia, sucediéndose cronológicamente en el tiempo tres murallas
conocidas y bastante documentadas de las cuales se conservan algunos
vestigios. Esas murallas fueron la romana, la musulmana y por último la
cristiana, muralla ésta última que fue demolida a partir de 1865,
quedando tan sólo un pequeño fragmento de su lienzo junto a las Torres
de Quart.
Pero lo que no está tan documentado es que antes de la muralla
romana, existió lo que los historiadores han denominado la muralla
pre-romana, pues en la isla fluvial donde en el 138 a.C. Junio Bruto
fundara Valentia antes de esa fundación ya habían asentamientos de
pobladores que para defenderse de otros pobladores y quizá de los
animales de la época, también levantaron una muralla, de las cuales se
encontraron algunos vestigios.
Texto de Juan Benito Rodríguez Manzanares
L'APOL·LO DE PINEDO
Enguany ha fet cinquanta anys
de la troballa de l'Apol·lo de Pinedo.
El matí del diumenge 8 de
desembre de 1963, quatre submarinistes valencians practicaven la pesca en l'àrea del Cazabarcos, un espai de fons rocós situat a uns 300 metres de la
platja de Pinedo.
Un d'ells s’hi havia quedat endarrerit.
De sobte, va veure alguna cosa estranya que sobreeixia d'una massa d'algues. Es
va espantar: sense cap gènere de dubte, malgrat els caragolets adherits, allò
era un peu humà, potser d'una persona ofegada. Amb aprensió, va temptejar
l'extremitat que emergia del fons amb la punta del fusell submarí; el temor
perquè es tractara d'un cadàver va quedar superat per la sorpresa de sentir un
so de metall.
Reunits els quatre
bussejadors, van treballar tot el matí per a moure la cama; comprovaren que
formava part d'una escultura. Va costar molt portar-la a terra. I no va ser
fàcil posar en un vehicle adequat aquella figura d’un jove adolescent, quasi de
grandària natural, d’1,40 metres d'altura, feta de bronze, amb 150 quilos de
pes, que presentava una curiosa postura.
Precisament per aqueixa posició
del cos, assegut, un tant reclinat i amb la mà dreta sobre el cap, pròpia de
les representacions d'Apol·lo, els experts van suposar de seguida que
representava el déu de la veritat, de la llum i de la bellesa.
La identificació resultava opinable, perquè ni portava ni ha
aparegut cap atribut que poguera identificar-lo; tampoc no se sap res del
suport en què es trobaria, ni l'espai al qual estaria destinada, públic o
privat. Però per a Domingo Fletcher Valls,
director del Departament de Prehistòria de la Diputació de València, allò era
amb total seguretat, una figuració d'Apol·lo, fosa vint segles i escaig arrere.
L'estil era hel·lenístic, per açò es va considerar que era una còpia, d'època
imperial romana, de l'Apol·lo Delphinios de finals del segle II abans de Crist.
També, segons José L. Jiménez Salvador, es tractaria «d'una còpia en
època romana de l'original realitzat per Demetri de Milet a la fi del segle II
a. de C., que representava l’Apol·lo Delphinios». El mateix J. L. Jimenez
mantenia, el 1994, que es tractava d'una obra excepcional, sense parangó quant
a «la seua iconografia, grandària i material utilitzat».

La cama que li faltava també
es va localitzar poc després de la troballa de la figura, però va ser retinguda
per la persona que la va trobar, la qual, només anys més tard, la va oferir en
venda per a possibilitar la reconstrucció.
L'Apol·lo de Pinedo ha patit, des de la seua recuperació del
mar, ara fa cinquanta anys, dues restauracions integrals; ambdues van ser
realitzades per l'Institut de Conservació i Restauració de Béns Culturals del
Ministeri de Cultura, la primera va tenir lloc després de la troballa, encara
sense la cama dreta; la segona, poc després de la compra d'aquesta cama, va
culminar el 1994 i en ella es van conservar els ulls de pasta vítria col·locats
el 1967.
Devem la possibilitat de
contemplar la serena bellesa de l'Apol·lo als submarinistes Ignacio Cuartero,
Joaquín Garcia, Ramón Chichell i Francisco García, els quals van dipositar la
peça en el Parc Mòbil de Ministeris el mateix dia en què la van trobar, al
mateix temps que es posaven en contacte amb Domingo Fletcher, en aquell temps
director del Servei d’Investigació Prehistòrica, per oferir, desinteressadament,
la seua troballa casual a les futures generacions, renunciant al lucre personal
i al reconeixement públic, que -és de ben nascuts- podem renovar-los, cinquanta
anys després de la seua acció cívica.
L'Apol·lo de Pinedo es conserva en el Museu de Prehistòria, al
complex cultural de la Beneficència. El podem veure envoltat de la figuració
del seu possible destí, el jardí d’alguna luxosa vila romana d’època imperial.
També hi ha una rèplica d’aquesta escultura en la rotonda de
la carretera de València a Pinedo.
lunes, 16 de noviembre de 2015
JULIO CÉSAR Y EL CALENDARIO
El
día de año Nuevo se celebra por primera vez en el año 45 a.C. cuando
Julio César, por entonces dictador, establece el calendario Juliano
Aconsejado por el astrónomo y filósofo alejandrino Sosígenes, Cesar añadió 67 días al año 46 a.C. para corregir el perjuicio del paso del tiempo sobre el imperfecto calendario romano. La celebración se perdió durante la Edad Media, pero tras la implantación del calendario Gregoriano –el actual- en 1582, el día de Año Nuevo fue restaurado. Desde entonces, la tradición requiere reunirse con gente para recibir el Nuevo año.
Aconsejado por el astrónomo y filósofo alejandrino Sosígenes, Cesar añadió 67 días al año 46 a.C. para corregir el perjuicio del paso del tiempo sobre el imperfecto calendario romano. La celebración se perdió durante la Edad Media, pero tras la implantación del calendario Gregoriano –el actual- en 1582, el día de Año Nuevo fue restaurado. Desde entonces, la tradición requiere reunirse con gente para recibir el Nuevo año.
domingo, 8 de noviembre de 2015
sábado, 7 de noviembre de 2015
Instituciones políticas de la República romana
CÓNSUL
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Los cónsules eran dos y debían gobernar en forma unánime, ya que tenían
poder de veto en las decisiones que tomaba el otro cónsul. Los cónsules
estaban encargados de la administración superior del Estado romano.
Entre sus atribuciones se encontraban:
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PRETOR
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Eran los administradores de la justicia y diputados de los cónsules. Eran dos por distrito:
Ambos derechos diferían en las penas, sobre todo en la pena capital:
mientras que el Ius Civilis establecía que el ciudadano podía escoger el
tipo de muerte, en el Ius Gentium solamente se aplicaba la crucifixión.
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CENSOR
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Practicaban el censo de ciudadanos y la vigilancia de la moral pública.
El censo de ciudadanos era estratégico porque de ahí surgen las listas
de votos para las asambleas.
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EDIL
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Eran funcionarios encargados de la administración inferior del Estado. Entre sus funciones estaban:
Constituía una especie de policía urbana y su número era variable, ya que dependía del crecimiento demográfico de la ciudad.
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CUESTOR
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Eran administradores de la Hacienda pública y, en algunas ocasiones, les
correspondía medir (censar) el tamaño de las haciendas y el volumen de
las mercaderías en los mercados. Los cuestores eran cargos claves en la
administración financiera del Estado. Por ello, al igual que los
cónsules, los ex cuestores podían postular al Senado.
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PONTÍFICE MÁXIMO
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Máxima autoridad religiosa. Posteriormente se aplicó al obispo de Roma (Papa). |
DICTADOR
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Era una magistratura extraordinaria que era elegida por el Senado,
normalmente de entre sus miembros, en ocasiones especiales, cuando la
ciudad estaba bajo la amenaza de una potencia exterior o en
circunstancias de guerra civil. Era una magistratura integrada por un
solo individuo que concentraba todos los poderes del consulado,
incluyendo el imperium (mando militar), que duraba 6 meses en su cargo.
Excepcionalmente, eran elegidos más individuos, cuando las
circunstancias lo requerían, aunque con facultades más limitadas.
Dictadores importantes en la historia de República romana fueron los
diez dictadores (decenviros) encargados de redactar las leyes (Ley de
las XII Tablas, 451 a.C.); y la dictadura de Craso (67 a.C.), en virtud
de la cual se reprimió violentamente la sublevación de esclavos dirigida
por Espartaco.
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TRIBUNO DE LA PLEBE
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Tenía como función principal ser el defensor del pueblo romano
(plebeyos) frente a los patricios. Entre sus principales atribuciones se
encuentran:
Los tribunos eran elegidos en asambleas formadas sólo por plebeyos: los comicios tributos.
En la historia de Roma hubo tribunos famosos, como los hermanos Tiberio y
Cayo Graco que, entre el 133 y 123 a.C., intentaron llevar a cabo una
reforma agraria a favor de los ciudadanos más pobres de Roma.
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SENADO
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El antiguo Senado (senex, anciano; senatus, consejo de ancianos) de la
Monarquía, se mantuvo durante la República e incluso, sobrevivió durante
el Imperio, siendo la institución romana más longeva. Sin embargo, en
ese largo período, el Senado evolucionó en su carácter y en sus
atribuciones. Durante la República, el Senado representó los intereses
de la aristocracia, primero de los patricios y, posteriormente, de los
patricios y nobilitas.
Si durante la Monarquía el Senado estuvo integrado por los pater
familias, durante la República estuvo integrado sólo por ex cónsules y
ex cuestores.
El Senado tenía amplísimas funciones, al punto que algunos autores
consideraban que el gobierno republicano residía en él. Entre estas
atribuciones se debe considerar las siguientes:
Sin embargo, a diferencia del Senado actual, el Senado romano no legislaba.
La función legislativa, durante la República estuvo dividida en
distintas instancias: los magistrados elaboraban los proyectos de ley,
de acuerdo con el ámbito de sus magistraturas; los comicios las votaban;
y el Senado revisaba la validez de las leyes y las ratificaba.
Durante la República romana, el Senado estuvo reservado a los sectores
más enriquecidos de la sociedad romana. De este modo, hacia el siglo III
a.C. se estableció un orden o clase senatorial, una oligarquía que
pretendía controlar a los magistrados, e intervenir en los comicios, con
el fin de mantener el status quo (literalmente, el “estado de cosas”,
que todo permanezca igual) de la distribución de la riqueza.
Por ello, los intentos de reforma social llevados a cabo por los
tribunos Tiberio y Cayo Graco, inauguraron un siglo de conflictos
sociales que tenían como objetivo reestructurar la sociedad romana,
eliminando parte de los privilegios de los senadores.
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COMICIOS (asambleas)
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El pueblo romano participaba en el gobierno a través de sus comicios o
asambleas. En la historia política de Roma hubo tres tipos de asambleas:
Los comicios se organizaban para:
El voto se hacía por grupo (curia, centuria o tribu). La votación más
compleja era la de los comicios centuriados, ya que eran 188 las
centurias, 98 de las cuales correspondían a la aristocracia. Por esta
razón, los comicios constituían la instancia más democrática de todo el
sistema político romano.
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EL CIRCO ROMANO DE LA VALENCIA DE HACE 2.000 AÑOS
La Hispania romana de hace 2.000 años no tuvo muchos circos y sólo se construyeron en las ciudades más relevantes de toda la península. Una de ellas, “Valentia”, erigida en el siglo II antes de Cristo sobre asentamientos íberos 400 años más antiguos, tuvo tal importancia y esplendor que contó con un circo tres veces más grande que nuestro actual Mestalla.
Hoy he visitado el centro de “L'Almoina” de Valencia, junto a la Catedral y a espaldas de la Basílica de la Virgen, la exposición denominada 'El circo romano de Valentia', una muestra divulgativa que permite conocer las características y la importancia de uno de los hallazgos arqueológicos más importantes de la época romana: el gran circo del siglo II. Este coliseo valenciano albergó los espectáculos de masas propios de esta época: como las carreras de caballos u otras competiciones deportivas.
Son pocas las huellas que quedan de él en la actualidad, y que pueden verse en un restaurante, en un hotel recientemente inaugurado, y en la iglesia de San Juan del Hospital. Pero el magnífico circo de “Valentia” cruzaba las actuales calles de la Paz y del Mar y se adentraba por la calle Trinquete Caballeros hasta la Plaza de Nápoles y Sicilia hasta las proximidades del Foro que se ubicaba en la actual Plaza de la Virgen.

La muestra ofrece amplia información mediante paneles, fotografías, videos, simulaciones y varias piezas arqueológicas relacionadas con la actividad en el circo como, por ejemplo, los medallones metálicos con que se adornaba a los caballos que competían en las carreras de cuádrigas.
Os invito a que lo visitéis. Los domingos la entrada es, además, gratuíta.
MÁS INFORMACIÓN: El topónimo de «Valencia» deriva del término latino "Valentia Edetanorum" (1), que le dieron los romanos al fundarla. Dicha denominación puede traducirse como 'Valor (o fuerza) en la tierra de los edetanos', y se enmarca en la costumbre, ya practicada en Italia en el siglo II a. C., de fundar colonias con topónimos alegóricos de virtudes militares. Valencia es, sin duda, una de las ciudades más antiguas de España, ya que se fundó con el nombre de Valentia Edetanorum por unos dos mil colonos romanos en el año 138 a. C., en tiempos del cónsul Décimo Junio Bruto Galaico. Esta era una ciudad clásicamente romana en su concepción, ya que se ubicó en un lugar estratégico cerca del mar, una isla fluvial atravesada por la Vía Augusta, que comunicaba la actual Andalucía (Bética) con la capital del imperio (Roma). El núcleo principal de la ciudad se localizaba en el entorno de la actual plaza de la Virgen. Allí se encontraba el foro y el cruce del Cardo y el Decumano, que eran y siguen siendo los dos ejes principales de la ciudad. El Cardo corresponde a las actuales calles Salvador-Almoina y el Decumano a la calle de los Caballeros.
Durante la guerra entre Cneo Pompeyo Magno y Quinto Sertorio, en el año 75 a. C., se destruyó la ciudad de Valenctia, la cual no volvió a reconstruírse hasta pasados unos 50 años. Tras este periodo, la ciudad recuperó su población y comenzó a construir grandes obras de infraestructura, ya en el siglo I, lo cual propició que a mediados de siglo la ciudad viviera un periodo de gran crecimiento urbano con la construcción del Circo de Valentia.
(1) Edetanos es el gentilicio de las personas que vivieron en el territorio de Edeta. Y se conoce así tanto a los íberos edetanos como a los romanos de la ciudad de Leiria (actual Liria).
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POST SCRITUM Y NO ES POR FASTIDIAR, pero mientras Valentia se fundó como ciudad oppiddum romana en el siglo II antes de Cristo, nuestra rival Barcelona –Barcino- tuvo que esperar 200 años a que durante el control de Roma por Augusto se formalizara el nombre de Barcino (entre el 15 y 10 a. C.), forma reducida de la oficial Colonia Faventia Iulia Augusta Pia Barcino.
Es con el nombre de Barcino que aparece en el célebre mapamundi de Claudio Ptolomeo. La mención de Colonia hace referencia a una ciudad fundada para distribuir tierras entre los soldados romanos retirados del ejército, en este caso tras las Guerras Cántabras. Era también conocida en forma reducida como Colonia Faventia. Como decimos, en la época de Augusto, Barcino tomó la forma urbana de castrum inicialmente.
Pero Barcino no cuajó como ciudad oppidum hasta el siglo II después de Cristo, con una población que debía oscilar entre los 3.500 y 5.000 habitantes. Un personaje destacable de ésta época fue Lucio Minicio Natal, quien –junto con su padre– mandó construir las termas de la ciudad. La población ascendió a entre 4.000 y 8.000 habitantes durante el siglo III. La principal actividad económica era el cultivo de tierras circundantes. Por el valor de los restos arqueológicos (tamaño del templo, abundancia de esculturas, mosaicos, ánforas) se ha determinado que los habitantes gozaron de un cierto nivel de vida. Sin embargo, la ciudad no dispuso de teatro, anfiteatro ni circo. La Valentia Romana, sí.
extraído de http://jgsentandreu.blogspot.com.es/2013/12/el-circo-romano-de-la-valencia-de-hace.html
EL CIRCO ESCONDIDO DE VALENCIA
Ocupaba una superficie de más de tres campos de fútbol. Con 350
metros de largo y más de 70 de ancho, el circo romano de Valentia era la
construcción más imponente de nuestra ciudad en el siglo II, durante la
época romana y bizantina. Partía desde la calle de la Paz, a la altura
del Colegio del Patriarca, y llegaba hasta la calle Almirante, donde se
encuentra la sede de Comisiones Obreras.
Sin embargo, el circo romano es un gran desconocido para muchos de los valencianos. De hecho, hace poco más de veinte ni siquiera historiadores y arqueólogos imaginaban que, bajo el suelo de Valencia, yaciera un circo romano.
Los descubrimientos de los restos del circo comenzaron en 1987, en la calle Barón de Petrés, donde aparecieron dos basamentos de piedra de la zona de las carceres. Un año después apareció el primer tramo de la pared, el occidental; y en 1990, el oriental. Entonces, todos estos descubrimientos se consideraron que formaban parte de la muralla romana.
Sin embargo, en 1993 se encontraron sendas muestras deterioradas de los muros interno y externo del circo que, junto al hallazgo en 1995 de un fragmento de la cabecera de salida y meta en la calle de la Paz disiparon todas las dudas.
“El circo romano era un hipódromo, y en la antigüedad, sobre todo en la época romana del Imperio y en la época bizantina, era el deporte principal; era una actividad de trascendencia similar al fútbol de ahora, ya que los emperadores estaban siempre pendientes de que el pueblo tuviera su ración de circo”, explicó Albert Ribera, jefe del Servicio de Investigación Arqueológica Municipal de Valencia.
“Las competiciones las disputaban doce cuádrigas, que salían a la vez, y que daban doce vueltas al recinto; siempre había accidentes y se producían escenas casi de terror pero que a los antiguos les interesaban”, señaló Ribera. “Se conocen una decena de puntos del centro de Valencia con restos del circo, que yace debajo de la ciudad, y que se han ido localizando uno por uno hasta montar el puzzle final”, destacó.
Las carceres estaban en la calle Barón de Petrés. Los restos del muro occidental, en la plaza de Nápoles y Sicilia, al igual que la arena. En la calle Palau hay también restos del muro occidental, así como en la calle Miracle. Del muro oriental, atravesaba la calle Trinquet de Cavallers y la calle Comedias. La ‘spina’, el muro central, estaba donde se encuentra San Juan del Hospital. Y la cabecera del circo, en la calle de la Paz.
Sin embargo, sólo en tres lugares de Valencia pueden verse hoy en día restos del circo romano. “Una parte de la muralla está en un restaurante que hay en el cruce de la calle Comedias y la calle del Mar –El Soho del Mar–; existen también tres elementos de las metas en el bar del Hotel Caro; y en la cripta de la reina Costanza, en la Iglesia de San Juan del Hospital se conserva parte del muro de la ‘spina’, el muro central, donde se colocaban obeliscos e inscripciones”, señaló Albert Ribera.
Sin embargo, el circo romano es un gran desconocido para muchos de los valencianos. De hecho, hace poco más de veinte ni siquiera historiadores y arqueólogos imaginaban que, bajo el suelo de Valencia, yaciera un circo romano.
Los descubrimientos de los restos del circo comenzaron en 1987, en la calle Barón de Petrés, donde aparecieron dos basamentos de piedra de la zona de las carceres. Un año después apareció el primer tramo de la pared, el occidental; y en 1990, el oriental. Entonces, todos estos descubrimientos se consideraron que formaban parte de la muralla romana.
Sin embargo, en 1993 se encontraron sendas muestras deterioradas de los muros interno y externo del circo que, junto al hallazgo en 1995 de un fragmento de la cabecera de salida y meta en la calle de la Paz disiparon todas las dudas.
“El circo romano era un hipódromo, y en la antigüedad, sobre todo en la época romana del Imperio y en la época bizantina, era el deporte principal; era una actividad de trascendencia similar al fútbol de ahora, ya que los emperadores estaban siempre pendientes de que el pueblo tuviera su ración de circo”, explicó Albert Ribera, jefe del Servicio de Investigación Arqueológica Municipal de Valencia.
“Las competiciones las disputaban doce cuádrigas, que salían a la vez, y que daban doce vueltas al recinto; siempre había accidentes y se producían escenas casi de terror pero que a los antiguos les interesaban”, señaló Ribera. “Se conocen una decena de puntos del centro de Valencia con restos del circo, que yace debajo de la ciudad, y que se han ido localizando uno por uno hasta montar el puzzle final”, destacó.
Las carceres estaban en la calle Barón de Petrés. Los restos del muro occidental, en la plaza de Nápoles y Sicilia, al igual que la arena. En la calle Palau hay también restos del muro occidental, así como en la calle Miracle. Del muro oriental, atravesaba la calle Trinquet de Cavallers y la calle Comedias. La ‘spina’, el muro central, estaba donde se encuentra San Juan del Hospital. Y la cabecera del circo, en la calle de la Paz.
Sin embargo, sólo en tres lugares de Valencia pueden verse hoy en día restos del circo romano. “Una parte de la muralla está en un restaurante que hay en el cruce de la calle Comedias y la calle del Mar –El Soho del Mar–; existen también tres elementos de las metas en el bar del Hotel Caro; y en la cripta de la reina Costanza, en la Iglesia de San Juan del Hospital se conserva parte del muro de la ‘spina’, el muro central, donde se colocaban obeliscos e inscripciones”, señaló Albert Ribera.
miércoles, 4 de noviembre de 2015
LAS NAVIDADES, HEREDERAS DIRECTAS DE LAS SATURNALIAS Y LAS BRUMARIAS ROMANAS
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Cuando
el cristianismo comenzó a imponerse y extenderse la Iglesia se dio cuenta
rápidamente de una cosa, se pueden cambiar ideas, se pueden imponer ideas, pero
no se puede cambiar la tradición y no se puede cambiar el ciclo de la vida de
las personas. Estos pueblos paganos no sólo celebraban banquetes y libaciones
en honor a sus dioses, sus dioses eran la propia tierra, la propia naturaleza y
su adoración estaba ligada a ellos y a sí mismos. Celebraban el inicio de las
cosechas y su fin, celebraban los solsticios, los cambios de estación,
celebraban la vida y celebraban la muerte.
¿Cómo podía la Iglesia cambiar eso? ¿Cómo
podía la Iglesia imponer unas nuevas ideas, cultos y celebraciones que no
tenían nada que ver con lo que estos hombres y mujeres conocían y sentían? En
un alarde de absoluta agudeza la Iglesia comprendió que no podría cambiar las
prácticas paganas; en principio sabían que de facto iban a seguir siendo paganos, por ello
optó por adaptar y transformar las celebraciones y festividades paganas en
festividades y celebraciones cristianas.
Así, el solsticio de invierno se convirtió en
la Navidad, el solsticio de verano se convirtió en San Juan, Samhain (el
equinoccio de otoño) se convirtió en Todos los Santos y el equinoccio de primavera
en la Pascua, por poner unos cuantos ejemplos.
Uno
de estos pueblos paganos era el propio Imperio Romano, donde también se
celebraba el solsticio de invierno en el que los días dejaban de ser cortos y
empezaban a alargarse con el cambio de la estación.
Sin
embargo, en el año 313 en emperador Constantino I decretaba la libertad de
culto en el Imperio y el cristianismo dejaba de perseguirse a través del Edicto
de Milán y en el año 380 el emperador Teodosio I promulgaba el Edicto de
Tesalónica, por el cual el catolicismo se convertía en la religión única y
oficial del Imperio.
Como
era de esperar, el pueblo romano no se cristianizó de golpe y siguió celebrando
sus festividades ancestrales, por lo que a la Iglesia no le quedó otro remedio
que llevar a cabo esa estrategia de absorción de la que hablábamos,
transformando las costumbres paganas dándoles un nuevo sentido cristiano.
Si lo que celebraban los romanos era que el sol que vencía a las
tinieblas para alagar el día, la Iglesia le dio un nuevo significado.
El nacimiento de Jesucristo era ese sol que vencía a las tinieblas. Y así
se adaptaron todas aquellas festividades paganas de muchas sociedades
relacionadas con el solsticio de invierno en la Navidad cristiana.
Ya
sabemos que la Navidad es una adaptación de las fiestas paganas, pero, ¿por qué el 25 de Diciembre
exactamente? Algunos
autores creen que es mera coincidencia y que ese día no tiene nada que ver con
el paganismo, sin embargo esta teoría carece de bastante sentido cuando somos
conscientes de que ninguna otra teoría histórica avala el nacimiento de Jesús
como real en esa fecha. No hay evidencias históricas que así lo confirmen.
Otros
autores creen que se escogió el 25 de Diciembre para hacerlo coincidir con esa
celebración pagana de los romanos del solsticio de invierno de la que hemos
hablado. Éstos tenían una festividad llamada Saturnalia, en honor a Saturno, que comenzaba el 17 de
Diciembre y duraba siete días. Al final de Saturnalia, el 25 de Diciembre, se
celebraba el Natalis Invictis Solis o Deus Sol Invictus, el nacimiento
del sol invencible dedicado al dios Apolo.
Ese mismo 25 de diciembre también se celebraba
la fiesta de Brumalia que
coincidía con el solsticio y que estaba dedicada al dios Baco, aunque para
otros este nombre significa “fiestas de invierno“,
del latín bruma que significa “el día más corto“, e incluso, “invierno”, porque los brumales caían en esta estación.
Durante esos
días los romanos descansaban, no guerreaban, intercambiaban regalos e incluso
los esclavos recibían prebendas como raciones extras de comida o, incluso, la
liberación.
La
palabra Navidad proviene de la palabra latina nativitas que significa nacimiento y se refiere
particularmente al nacimiento de Jesucristo, sin embargo, en ninguna parte de
la Biblia se menciona la fecha exacta de su nacimiento.
Los romanos, al
cristianizarse, adaptaron estas festividades, unas de las más importantes y que
no podían quitarle al pueblo, y las convirtieron en el nacimiento de Jesús y en
el día de Navidad en ese mismo 25 de Diciembre.
viernes, 30 de octubre de 2015
Aguas mayores y menores de los romanos
Cuando se trata de hablar de la higiene más íntima de los antiguos romanos, partimos, siempre, de que las condiciones de aseo personal fueron las justas, lo que se reflejaba en la atmósfera pestilente que se desprendía de las aglomeraciones.
Sólo las domus de los ricos disponían de agua corriente y de algo parecido a un baño (lavatrina) que también incluía retrete. El resto de los mortales usaba las fuentes y letrinas públicas conectadas con la red subterránea de alcantarillas.
En realidad estas letrinas usadas por la mayoría tenían unas características higiénicas muy avanzadas para su época, ya que disponían de una corriente interna de agua que mantenía el lugar perfectamente drenado de residuos y de malos olores.
- Los inodoros a la romana disponían bajo el asiento de un recipiente que era vaciado por un esclavo tras su uso.
- A falta de papel higiénico se utilizaban esponjas que sujetas a unos palitos servían para limpiar las partes íntimas.
- Los más cívicos vertían las heces de sus orinales en las tinajas; los más incivilizados las arrojaban directamente a la calle.
- Los romanos que iban a las letrinas públicas con esclavos les hacían sentarse primero a ellos en la bancada para que la piedra se calentara.
- Se calcula que Roma llegó a contar con 144 letrinas en el siglo IV.
El retrete en la antigua ROMA
El antiguo inodoro que usaban los romanos era similar a una plancha o placa agujereada apoyada sobre dos soportes de mampostería; en otras ocasiones era un simple agujero en el suelo. Otra opción pasaba por la utilización de cacharros con formas de bote y de palangana a modo de orinal.
Las clases más pudientes contaban con verdaderas letrinas, que no eran otra cosa que fosas cubiertas con una placa horadada por agujeros circulares para uso de todos los habitantes de la casa, incluidos los esclavos.
Mientras, las clases más humildes que vivían aglomeradas en las insulae disponían de tinajas a modo de orinales, alojadas en el hueco de la escalera de la planta baja, o una fosa, que se empleaba para hacer las necesidades de sus vecinos.
Los más cívicos vertían las heces de sus orinales en las tinajas
Para evitar el hedor pestilente que emanaban, las fosas se limpiaban de manera periódica.
Las letrinas o retretes se conectaban con un canal que conducía los desechos a la red de alcantarillado en las ciudades que disponían de ella.
La alternativa era depositar los desperdicios cerca de las fuente públicas, donde el agua corría y se encargaba de arrastrar los detritus.
Las letrinas ocupaban un espacio cercano a la cocina en el interior de las casas, muy cerca del fregadero y del fuego donde se guisaba; de esta forma, el agua que sobraba de fregar y baldear la cocina desaguaba la letrina y conducía la suciedad directamente a la calle.
Letrinas Públicas
Las
hendiduras del suelo permitian la limpieza mediante una esponja
acoplada a un palo que se mantenía limpia en un pequeño canal de agua
corriente que discurría a los pies de los asistentes.
.
Los escusados de tipo público eran conocidos como los foricae y se construían sobre una sala cuadrada o rectangular espaciosa, provista de un banco corrido adosado a la pared en todo el contorno. Este banco, de losas de piedra fina, tenía orificios ovoides con una abertura más estrecha en forma de gota delante; situados a distancias fijas donde se acomodaba el público que disponía de espaciosuficiente para dejar objetos a su alrededor.
En el suelo solían correr unos pequeños canales con la inclinación suficiente para que el agua estuviera permanentemente en movimiento; junto a estos canales había unos cubos con unas escobillas con el mango de madera y con una bola de esponja que se usaban a modo de nuestro papel higiénico actual, limpiándolas en el canalillo de agua.
Una corriente interna de agua mantenía el lugar perfectamente drenado de residuos y de malos olores con características para la higiene muy avanzadas en aquella época.
Su interior estaba hueco y por él discurría de forma continua una corriente acuosa que transportaba los residuos hasta las cloacas.
Estas letrinas públicas que vemos en las imágenes son las mejor conservadas de la epoca romana. Muchos de los retretes siguen intactos, junto con el canal por el que fluía el agua con la que se lavaban.
En la mayoría de las letrina los romanos solían disponer de esas esponjas marinas insertadas en mangos de madera que se utilizaban para lavarse las partes después de colmar las necesidades fecales, a falta de papel higiénico.
Asimismo, en el centro de la sala, una fuente permitía el lavado de manos.
Solía abonarse
una pequeña cantidad de dinero por su uso con el fin de mantenimiento y
limpieza de las instalaciones, así como también para pagar el sueldo de
los foricarium conductores. De tal guisa se convertía en un espacio de encuentro social, donde los romanos se citaban y departían un rato.
Algunas curiosidades:- Los romanos que acudían a las letrinas públicas con esclavos les hacían sentarse primero en la bancada para que la piedra se calentara y estuviera confortable cuando llegara el turno del amo.
- Durante las campañas bélicas, los legionarios, al no disponer de letrinas exclusivas en los campamentos donde se instalaban, excavaban zanjas para defecar, lo que se convertía en un foco de infecciones, o bien buscaban un arroyo o riachuelo próximo para, después de surcar un pequeño canal y desviar parte de la corriente hacia su emplazamiento, poderse asear.
Así pues, Roma fue mucho más higiénica en este aspecto que muchas grandes ciudades europeas posteriores, incluso hasta entrado el s.XIX
La Cloaca Máxima fue la red más antigua de alcantarillado en el mundo.
De cómo los romanos se limpiaban el trasero después de ir al baño.
Cuando decidí abrir esta bitácora, mi intención principal fue la de acercar al público en general al estudio de la historia y la ciencia en todas sus acepciones, los grandes eventos, pueblos y personajes que han marcado la vida de los humanos sobre nuestro planeta, pero principalmente quería escribir sobre aspectos poco conocidos e interesantes del pasado. El tema que nos ocupa hoy, busca dar a conocer un elemento recóndito aunque eminente en la vida diaria de los romanos, y no es más que sus costumbres a la hora de hacer sus necesidades.
Los habitantes de la antigua Roma fueron famosos, entre otras cosas, por su afición a los baños y la higiene. La capital de la república fue la primera en la que sus ciudadanos tuvieron agua corriente en sus casas y fuentes públicas a las que una serie de acueductos suministraban el precioso líquido. Para conocer y admirar las costumbres romanas, tenemos decenas de ejemplos entre las ruinas más famosas: los Baños de Caracalla, la ciudad de Bath (que en inglés significa precisamente “baño”) y la recientemente descubierta Ostia Antica, un Spa con docenas de balnearios en las playas más cercanas a Roma. Bien conocido es el ritual del baño romano que, además de su inherente función profiláctica y purificadora, servía de lugar de encuentro donde los ciudadanos aprovechaban para socializar y conspirar. Pero por muy interesante que sea el ceremonial de la limpieza, dejaremos esa cuestión para un artículo próximo para concentrarnos en los aseos públicos.
Para empezar hay que decir que las instalaciones de este tipo en Roma hacían honor a su apellido, porque públicos sí que eran, y no sólo porque la entrada estuviese abierta a cualquier ciudadano, sino porque una vez dentro, las necesidades fisiológicas de senadores, soldados, comerciantes o artesanos se hacían a la vista de todos los presentes, sin pudor, y sin muros o mamparas separadoras entre los W.C. primitivos graciosamente esculpidos en piedra o hechos de madera. Tal cual, como si en los baños de un aeropuerto se eliminaran todas las divisiones y los apresurados viajeros tuviesen que descargar el producto residual de su proceso digestivo bajo la mirada perniciosa de sus vecinos. Una imagen dice más que mil palabras:
Así se vería un aseo público en la antigüedad:
Así es como se ven ahora:
Más llamativo, si cabe, era el método que los visitantes a estos servicios utilizaban para limpiarse el trasero. A falta de papel, el instrumento en cuestión era una vara de madera con una esponja (muchas veces, literalmente, extraída del mar) atada a un extremo, o un paño o borra de algún animal. Si os fijáis en las ilustraciones, podéis ver los canalillos por donde corría agua salada justo enfrente de los asientos para lavar las esponjas después de cada uso. Ignoro si las esponjas también eran públicas (en realidad lo eran) o cada ciudadano llevaba la suya propia, pero no pienso investigarlo más a fondo.
Una segunda opción, en el caso de los aseos de los barrios más pobres, era simplemente usar la mano, que después se lavaba en una fuente especialmente instalada para ello, no creo que necesitéis más detalles. Lo mismo se hacía en el resto del mundo cuando no había otra cosa a la mano, excepción hecha de China, donde el papel se venía utilizando en la limpieza de las partes íntimas desde el siglo II a. C. Imagino que a estas alturas muchos de vosotros estaréis elevando una plegaria al inventor del papel de baño moderno, yo a veces lo hago.
Durante los años que he pasado estudiando a los romanos y sus costumbres, este ha sido el capítulo que más me ha llamado la atención. No me siento capaz de criticarlos por ello pues la verdad es que tampoco tenían muchas opciones, eran víctimas de las limitaciones de su tiempo. Lo importante es que muchos de sus baños han sobrevivido y nos han dado la oportunidad de conocer mejor la cultura de nuestros ancestros. Espero que, a pesar de lo desagradable que pueda ser el tema, vosotros lectores hayáis aprendido algo nuevo.
http://www.cienciahistorica.com/2014/03/25/de-como-los-romanos-se-limpiaban-el-trasero-despues-de-ir-al-bano/
Los peligros de utilizar las letrinas públicas en la antigua Roma
http://historiasdelahistoria.com/2013/08/20/los-peligros-de-utilizar-las-letrinas-publicas-en-la-antigua-roma
El agua que llegaba a la ciudad de Roma a través de los acueductos se almacenaba en grandes depósitos desde donde se distribuía a las panaderías, las casas, los baños… El agua sobrante de estos usos prioritarios terminaba en la red de alcantarillado: la Cloaca Máxima. Iniciada su construcción en el siglo VI a.C. por el rey Tarquinio y ampliada en varias ocasiones en siglos posteriores, recogía las aguas fecales de las casas -lógicamente, esta red no cubría toda Roma y mucho menos las zonas de las clases bajas- y de las letrinas públicas (latrinae publicae) para llevarlas hasta el río Tíber. El problema era cuando las aguas residuales volvían a su origen… por las crecidas del Tíber.
En la ciudad de Roma se distribuían estratégicamente decenas de letrinas públicas (en el siglo IV había 144 con más de 4.000 plazas) para satisfacer las necesidades fisiológicas de los ciudadanos. Estas letrinas consistían en un banco de frío mármol con varios agujeros en los que sentarse a evacuar y bajo ellos la corriente de agua que arrastra la materia fecal. A modo de papel higiénico, en las letrinas públicas los romanos utilizaban un palo que llevaba en un extremo una esponja de mar (spongia). Y ahora que nos hacemos uno idea del habitáculo, veremos los peligros de utilizarlas…
El agua que llegaba a la ciudad de Roma a través de los acueductos se almacenaba en grandes depósitos desde donde se distribuía a las panaderías, las casas, los baños… El agua sobrante de estos usos prioritarios terminaba en la red de alcantarillado: la Cloaca Máxima. Iniciada su construcción en el siglo VI a.C. por el rey Tarquinio y ampliada en varias ocasiones en siglos posteriores, recogía las aguas fecales de las casas -lógicamente, esta red no cubría toda Roma y mucho menos las zonas de las clases bajas- y de las letrinas públicas (latrinae publicae) para llevarlas hasta el río Tíber. El problema era cuando las aguas residuales volvían a su origen… por las crecidas del Tíber.
En la ciudad de Roma se distribuían estratégicamente decenas de letrinas públicas (en el siglo IV había 144 con más de 4.000 plazas) para satisfacer las necesidades fisiológicas de los ciudadanos. Estas letrinas consistían en un banco de frío mármol con varios agujeros en los que sentarse a evacuar y bajo ellos la corriente de agua que arrastra la materia fecal. A modo de papel higiénico, en las letrinas públicas los romanos utilizaban un palo que llevaba en un extremo una esponja de mar (spongia). Y ahora que nos hacemos uno idea del habitáculo, veremos los peligros de utilizarlas…
- Como no había separación entre los agujeros, tenías que compartir aquellos momentos de intimidad con desconocidos y no te digo nada si eran de los que daban conversación.
- En teoría, después de usarse la spongia debía enjuagarse y limpiarse para el siguiente, y cada cierto tiempo cambiarse. Sentarse a aliviarse y comprobar que la spongia se debía haber cambiado hace tiempo…
- Y la más peligrosa para la integridad física… Existía la graciosa costumbre de algunos gamberros de echar una pelota de lana ardiendo en las alcantarillas que si te pillaba con el culo en el agujero…
miércoles, 14 de octubre de 2015
LOS ROMANOS, ¿UN PUEBLO SUPERSTICIOSO?
Viejos rencores, supuestos agravios, envidias, celos, deseos de
venganza… Los antiguos romanos no se quedaban cortos en lo que respecta a
las bajas pasiones y tampoco parecían muy preocupados por ocultarlas.
Bien al contrario, tenían la costumbre de gritarlas a los cuatro vientos en forma de mensajes, maldiciones y amenazas
que plasmaban en tablillas de cera, paredes o papiros. Las conocidas
como “tablillas de maldición” son un buen ejemplo de ello y en una
encontrada en Bath (Reino Unido), su autor invoca a la diosa Sullis
Minerva para que cause “impotencia, locura o ceguera” a los rivales.
La rabia y el rencor eran los motores principales de estos exabruptos, junto con otro poderoso sentimiento humano: el amor.
Los conjuros amorosos para conseguir a la persona amada o alejarla de
otros pretendientes son también un tema recurrente en esta ‘literatura
de la vida cotidiana’ que los pueblos clásicos eran tan aficionados a
escribir.
La popularidad de estas formas de ‘comunicación’ se debe, en gran parte, a que el pueblo romano era muy supersticioso.
Creativos, pragmáticos, estrategas y, aunque parezca contradictorio,
temerosos de los dioses y de la magia. Al igual que los griegos, de los
que heredaron esta mentalidad, los antiguos romanos buscaban algún tipo
de protección o ayuda para prevenir o causar el mal.
Costumbres y ritos más o menos complejos que les aportaban seguridad
frente a los innumerables peligros que aguardan en la existencia. Todas
las culturas de la Antigüedad han dejado manifestaciones de esta preocupación eterna.
La palabra superstición, en la antigua Roma, significaba “superstatio”, es decir una ubicación superior de los dioses, que están por encima de los hombre y que comunican su voluntad. En el blog ‘Historia Clásica’
leemos: “Cualquier fenómeno atmosférico, o cualquier evento inusual
relativo a animales, ya sea en su interior como en su exterior, podía
llevar a vaticinios, que los romanos tenían muy en cuenta. No sólo eso,
si no que un augurio favorable o desfavorable podía diferir o propiciar decisiones tan trascendentes como el inicio de una batalla”.
Permanentemente preocupados por el futuro, “antes de tomar una
decisión, consultaban al augur, que les decía si ésta era correcta o no.
Los augures eran los que veían lo que iba a suceder y
tenían cierta conexión con los dioses, por ejemplo, por la forma de
volar de un ave. Además, éstos, interpretaban los sueños, así como las respuestas de los oráculos, y la ira de los dioses, aconsejando cómo protegerse de ellos” (‘La antigua roma: creencias religiosas y supersticiones’).
En el ámbito doméstico, la casa y sus habitantes recurrían a la protección de los lares loci, cuya función primordial era velar por el territorio en que se encontraba la casa familiar. Antes de que la propiedad privada fuese regulada por el derecho, eran los dioses lares los encargados de evitar que los extraños se adentrasen en tierras ajenas mediante, según la creencia popular, la amenaza de enfermedades que podían llegar a ser mortales.
Las familias romanas sentían una gran veneración por los lares, que
representaban en forma de pequeñas estatuas. Éstas se colocaban tanto
dentro como fuera de la casa en pequeños altares llamados lararia siempre rebosantes de ofrendas.
Respecto a la muerte, en el imaginario romano, los
fallecidos seguían formando parte de la sociedad, para bien o para mal, y
se les seguía venerando o temiendo. “El alma pasaba a formar parte de
los dioses manes, que eran los espíritus familiares, los Dei parentes et manes.
De esta manera el difunto pasaba a formar parte de las divinidades en
el plano familiar, recibiendo culto. Para ello tenían que pasar
distintos ritos funerarios (el más conocido, la pequeña moneda de plata
que debía abonar a Caronte); de lo contrario, se convertía en un alma
errante sin descanso” (Tempora, Magazine de historia).
Muerte, conjuros, hechizos, maldiciones… Siempre hemos creído que las sociedades clásicas
eran muy sofisticadas, y que sus gentes sobreponían la razón a la
superstición. Creadoras de un arte mayúsculo, grandes obras públicas,
ciudades modernas y prósperas e invencibles ejércitos, vemos que la magia y la superstición
también formaban parte de su vida. Los hombres y mujeres de hace 2.000
años, como los de ahora, no podían explicarlo todo únicamente con la
razón.
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