Gran parte de los niños romanos fueron a las escuelas (hasta los doce años); las escuelas eran mixtas. A los doce años los niños se separaban, y solo los varones de las familias adineradas proseguían los estudios, bajo la tutela de un gramático: autores clásicos y estudio de la mitología; las niñas entre los 12 y 14 años eran consideradas en edad núbil: podían ser ya prometidas a varones de otras familias, y a los 14 eran ya consideradas como señoras (domina, kyria), a esa edad se casaban, y desde entonces se dedicaban solo a embellecerse o a trabajar en la rueca, las aristócratas claro. Su futura educación dependería del marido, quien decidía acerca del desarrollo de su saber.
Los estudios del varón no se hacían con fines utilitarios sino más bien por la apariencia (prestigio) enfocándola más que todo en la retórica. En las zonas griegas del imperio la educación era diferente, ya que conservó su ancestral sistema de enseñanza: primero porque era pública, se hacía en gimnasios abiertos para todo el mundo; segundo porque el enfoque estaba puesto tenazmente en el deporte, que ocupaba más de la mitad del tiempo de los chicos; y finalmente porque la educación griega se prolongaba hasta los 16 o incluso los 18 años de edad, en que el joven era todavía considerado como un efebo. La historia, filosofía y literatura se enseñaban en los rincones mismos de los gimnasios. Aún hay una cuarta diferencia: todos los preceptores romanos (que frecuentemente eran griegos) enseñaban griego a sus pupilos, pues era la lengua de la cultura y de las ciencias, mientras que en Grecia ignoraban el latín y no lo tomaban muy en serio, ignoraban incluso a Cicerón o a Virgilio; solamente después de largo tiempo, a finales de la antigüedad, aprenderían estos latín, “para llevar a cabo una carrera jurídica en la administración imperial”.
Terminada la educación el joven romano aristócrata tenía dos caminos: el ejército o la administración pública; los más pudientes optaban por la segunda vía, siendo frecuente ver a chicos de 16 o 18 años ocupando el cargo de oficiales o sacerdotes del estado o de oradores del foro. Como dijimos, la retórica era muy apreciada: un buen orador tenía siempre más popularidad o fama que cualquier poeta (la oralidad era más tomada en cuenta que la escritura). Pero la retórica siempre se ocupó de temas fáciles que atañían sobretodo a las relaciones sociales mucho más que a la naturaleza o la psique (temas preferidos por los griegos). Por otra parte, no había mayoría de edad legal; simplemente el padre decidía cuando cambiar de ropas (ponerle la toga) y afeitar a su hijo, tratándolos o de púberes o de impúberes